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Y el aire de los mapas. José Carlos Rosales


JOSÉ ANTONIO SANTANO. DIARIO DE ALMERÍA



Y EL AIRE DE LOS MAPAS

La última entrega poética de José Carlos Rosales (Granada, 1952) y publicada por la Fundación José Manuel Lara, coleccción Vandalia, lleva por título “Y el aire de los mapas”. Cierra este poemario un ciclo que comenzara con “El buzo incorregible”. Componen este libro 45 poemas, curiosamente 15 por cada una de las partes que lo componen: “El aire”, “Los mapas” “Y el aire de los mapas”. Habría que preguntarse si los mapas como frontera, límite o destino, espacio invisible y que el poeta trata como trasunto de extrañamiento, de huida o exilio, en un viaje iniciático hacia lugares desconocidos, incluido el viaje a las ideas. “Sin espacio o sin aire no hay viaje posible”, ha señalado el poeta. La importancia no estriba en los mapas, en sus señales físicas de montañas, ríos o mares, sino en el viaje en sí, la ensoñación de éste, porque al final o al principio –quién puede saberlo- las huellas, sean del tipo que sean, se desvanecen, son borradas de una u otra forma, quedando sólo la respiración, el hálito y latido de los recuerdos, de la memoria que se obstina en devolvernos lo aprehendido, lo vivido y trascendido. Por eso el poeta sabe que debe traspasar la línea fronteriza y abismarse en la infinitud de la nada, sentir el aire en la piel, en los huesos y dejarse llevar por su azulada música hasta conquistar el único universo posible: la palabra. Sentir el aire en su desnudez plena: «La tarde rutinaria acude / y el aire le murmura al aire: / nada será como pensábamos, / nadie escoge su mapa, nadie / sale del cerco donde estuvo / una vez olvidado, huido». 

El viaje presente siempre, tal vez la huida como salida hacia no se sabe dónde; caminar por senderos, navegar los mares y ríos, crear la esperanza, ese espacio invisible en los mapas: «Sólo el aire sin mapas, sólo el aire». El tiempo acude con sabor a derrota, se cuela por las rendijas del ventanal y el poeta resurge de la oscuridad para adentrarse en la luz del silencio y la palabra, su frontera: «Siempre estarás inscrito en la aduana, / de sitio en sitio sin cambiar de sitio, / la frontera te sigue, no se cansa». En la búsqueda de la verdad el poeta se abisma. Su viaje no es producto del azar, y por ello, ansía vivir, descubrir nuevos horizontes de felicidad individual y colectiva. Con este nuevo poemario “Y el aire de los mapas”, además de cerrar un ciclo poético de José Carlos Rosales viene a confirmarnos, también, la excelencia de su poesía.

Y el aire de los mapas. José Carlos Rosales


JOSÉ ANTONIO SANTANO. DIARIO DE ALMERÍA



Y EL AIRE DE LOS MAPAS

La última entrega poética de José Carlos Rosales (Granada, 1952) y publicada por la Fundación José Manuel Lara, coleccción Vandalia, lleva por título “Y el aire de los mapas”. Cierra este poemario un ciclo que comenzara con “El buzo incorregible”. Componen este libro 45 poemas, curiosamente 15 por cada una de las partes que lo componen: “El aire”, “Los mapas” “Y el aire de los mapas”. Habría que preguntarse si los mapas como frontera, límite o destino, espacio invisible y que el poeta trata como trasunto de extrañamiento, de huida o exilio, en un viaje iniciático hacia lugares desconocidos, incluido el viaje a las ideas. “Sin espacio o sin aire no hay viaje posible”, ha señalado el poeta. La importancia no estriba en los mapas, en sus señales físicas de montañas, ríos o mares, sino en el viaje en sí, la ensoñación de éste, porque al final o al principio –quién puede saberlo- las huellas, sean del tipo que sean, se desvanecen, son borradas de una u otra forma, quedando sólo la respiración, el hálito y latido de los recuerdos, de la memoria que se obstina en devolvernos lo aprehendido, lo vivido y trascendido. Por eso el poeta sabe que debe traspasar la línea fronteriza y abismarse en la infinitud de la nada, sentir el aire en la piel, en los huesos y dejarse llevar por su azulada música hasta conquistar el único universo posible: la palabra. Sentir el aire en su desnudez plena: «La tarde rutinaria acude / y el aire le murmura al aire: / nada será como pensábamos, / nadie escoge su mapa, nadie / sale del cerco donde estuvo / una vez olvidado, huido». 

El viaje presente siempre, tal vez la huida como salida hacia no se sabe dónde; caminar por senderos, navegar los mares y ríos, crear la esperanza, ese espacio invisible en los mapas: «Sólo el aire sin mapas, sólo el aire». El tiempo acude con sabor a derrota, se cuela por las rendijas del ventanal y el poeta resurge de la oscuridad para adentrarse en la luz del silencio y la palabra, su frontera: «Siempre estarás inscrito en la aduana, / de sitio en sitio sin cambiar de sitio, / la frontera te sigue, no se cansa». En la búsqueda de la verdad el poeta se abisma. Su viaje no es producto del azar, y por ello, ansía vivir, descubrir nuevos horizontes de felicidad individual y colectiva. Con este nuevo poemario “Y el aire de los mapas”, además de cerrar un ciclo poético de José Carlos Rosales viene a confirmarnos, también, la excelencia de su poesía.

Y el aire de los mapas. Salón de lectura





Y EL AIRE DE LOS MAPAS

La última entrega poética de José Carlos Rosales (Granada, 1952) y publicada por la Fundación José Manuel Lara, coleccción Vandalia, lleva por título “Y el aire de los mapas”. Cierra este poemario un ciclo que comenzara con “El buzo incorregible”. Componen este libro 45 poemas, curiosamente 15 por cada una de las partes que lo componen: “El aire”, “Los mapas” “Y el aire de los mapas”. Habría que preguntarse si los mapas como frontera, límite o destino, espacio invisible y que el poeta trata como trasunto de extrañamiento, de huida o exilio, en un viaje iniciático hacia lugares desconocidos, incluido el viaje a las ideas. “Sin espacio o sin aire no hay viaje posible”, ha señalado el poeta. La importancia no estriba en los mapas, en sus señales físicas de montañas, ríos o mares, sino en el viaje en sí, la ensoñación de éste, porque al final o al principio –quién puede saberlo- las huellas, sean del tipo que sean, se desvanecen, son borradas de una u otra forma, quedando sólo la respiración, el hálito y latido de los recuerdos, de la memoria que se obstina en devolvernos lo aprehendido, lo vivido y trascendido. Por eso el poeta sabe que debe traspasar la línea fronteriza y abismarse en la infinitud de la nada, sentir el aire en la piel, en los huesos y dejarse llevar por su azulada música hasta conquistar el único universo posible: la palabra. Sentir el aire en su desnudez plena: «La tarde rutinaria acude / y el aire le murmura al aire: / nada será como pensábamos, / nadie escoge su mapa, nadie / sale del cerco donde estuvo / una vez olvidado, huido». 

El viaje presente siempre, tal vez la huida como salida hacia no se sabe dónde; caminar por senderos, navegar los mares y ríos, crear la esperanza, ese espacio invisible en los mapas: «Sólo el aire sin mapas, sólo el aire». El tiempo acude con sabor a derrota, se cuela por las rendijas del ventanal y el poeta resurge de la oscuridad para adentrarse en la luz del silencio y la palabra, su frontera: «Siempre estarás inscrito en la aduana, / de sitio en sitio sin cambiar de sitio, / la frontera te sigue, no se cansa». En la búsqueda de la verdad el poeta se abisma. Su viaje no es producto del azar, y por ello, ansía vivir, descubrir nuevos horizontes de felicidad individual y colectiva. Con este nuevo poemario “Y el aire de los mapas”, además de cerrar un ciclo poético de José Carlos Rosales viene a confirmarnos, también, la excelencia de su poesía.