ANA CECILIA BLUM


Ana Cecilia Blum, 1972. Poeta y escritora ecuatoriana-estadounidense. Sobreviviente de Poliomielitis. Grado y Posgrado en Ciencias Sociales y Literatura, respectivamente. Autora de los libros de poesía: Descanso sobre mi sombra, 1995; Donde duerme el sueño, 2005; La que se fue, 2008; La voz habitada (co-autora), 2008; Libre de espanto, 2012; Todos los éxodos(antología personal), 2012; Áncoras, 2015. Autora del libro de ficción breve Absurdities, 2013; y co-antóloga del libro de poesía escrita por mujeres ecuatorianas Poetas de la Mitad del Mundo, 2013. Ha sido invitada a leer su poesía en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos dentro del marco del encuentro La Pluma y La Palabra en Washington D.C.; ha participado en festivales literarios en América y Europa, entre ellos el Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Salamanca, y la Feria Internacional del Libro de Miami. Actualmente ejerce la enseñanza del idioma español como lengua extranjera para adultos mayores; es editora de la Revista Literaria Metaforología; y colabora con varias publicaciones digitales.




POEMAS: ANA CECILIA BLUM

DE ÁNCORAS, 2015


ORIGEN

Versos titiriteros
de dónde asoman,
hilos-dueños
que me han quitado
el albedrío.

Nunca fui
como otras niñas
a la hora del recreo.
Nunca fui yo
recién florecida
muchachita del barrio.
Siempre fue el poema
ojo lejano,
capullo sellado,
rareza.

Cómo se vuelve uno poeta
si mi sangre turca ordena
otro oficio otra empresa,
mis hermanos mercaderes
de números o prendas
y yo
cómo llegué a ser
esta tratante involuntaria
en el ferial de las palabras.


ANCLA EL PRETÉRITO

Frecuentar ahora
las sillas que dejamos,
los pájaros encuentran allí la tarde.
Saber si en el patio
nos espera el juguete,
los árboles que trepamos
y esos frutos
que nunca quisieron madurar.
Buscar el columpio
en la distancia de otros soles,
hallar sus asientos vacíos
de risas de vuelos,
palos vencidos
ante el peso de las estaciones.
Tantear el agua turbia
guardada en el aljibe,
atisbar en el fondo
las ruinas de la casona
y descubrir que ya nada,
nada conserva tus ojos de niño.


LA NOCHE ES EL ESPEJO

No hay luna, la oscuridad pura,
en bocanadas lodicho,
lo que quiso decirse y no se dijo
por debilidad por espanto.

El espejo es el relato,
un andar las arcillas
de todo lo que fuimos,
todo lo que no fuimos
en la intensión en la desidia.

Brotan los filones del pasado
cuando es de madrugada
y el desvelo un alevoso
ante el sombrío enigma
de los pasos.

Es el dominio de la noche,
ases guardados en la manga oscura,
barajas en los cristales refractarios,
hasta que uno vuelve a toparse, fundirse
con la repetición del sol
y sus disfraces.


RITUALES

Recoger botellas de vino en la mañana
y esperar en su vacío las respuestas.

Apuntar más de un verso
en las pupilas de mi gato,
el ritmo en sus pasos de pantera.

Retornar al río hijastro del deshielo,
a la tarde detrás de las lomas coloradas.

Hundir por largos ratos los dedos en la nieve
y perder el tacto de los días.

Voltear hacia el desierto
desempolvar al dinosaurio
dejar que se sobreviva de mis huesos.

Caminar la yerba seca de los filos,
lo perdido en las orillas.




DE LIBRE DE ESPANTO, 2012




POETICUS


Escribo, porque no puedo pelear batallas con mis manos
y el lápiz -a veces- apunta mejor que la escopeta.


Escribo, porque el verbo escribir suena a única certeza,
y es ruta sin distancias, y es cuerpo sin virus.


Escribo, porque la hoja en blanco es un gato feral
y debo recogerlo, alimentarlo, darle guarida, amarlo.


Escribo, porque los adjetivos acechan y cuando matan,
también dan vida; porque el lugar común no me asusta
y lo que se ha dicho mil veces, igual salpica su encanto.


Escribo, porque todo en mí es un desencuentro:
los terminales se mudan, las calles cambian de nombre,
y nunca atino estaciones, horarios o trabajos, retornos o partidas.


Escribo, porque aunque duele, no duele tanto.


Escribo, para llenar los cántaros,
limpiar los espejos,
empuñar los espacios,
caminar los laberintos.


Escribo, para no morirme de pena.
Por eso escribo…




NOSTÁLGICA


Son las seis de la tarde y no hay nadie a quién decirle
venga para tomarnos una taza de chocolate con rosquitas.


El portal está escrito con los relatos del bisabuelo,
cuentos de aparecidos que iluminaron la infancia.


Las sombras crecen en las jorobas de la noche,
los coyotes muerden el tesón del viento allá afuera.


Un tren en la distancia, yo soy ese tren,
descendiendo las crestas de cañones.




MÍSTER MERLOT


Inúndame de levedad. Acuéstate, estírate, riégate.


Contigo no importa de dónde vengo, hacia dónde voy
o de las hojas secas que están hechos los huesos.


Camino en el silencio del hielo,
nada hiere, nada molesta,
nada acusa, nada quema, nada persigue.


Casi no siento mi cuerpo y me encanta.
Todo es etéreo y no arrastro
atrofias de acero.




VOCES DE AGUAS


Río parido del deshielo,
acunado en el vértice de la roca,
en la boca de la roca, en el muslo de la roca.


Río que llevas la memoria del invierno,
la saliva del oso, el salto del salmón,
la reverencia del venado.


Río que hablas en tu lenguaje de glaciares.
Yo entro en ti y mi pie se sirve de tu beso frío.


Río que pierdes tu cuerpo bajando por los pueblos,
te encarcelan, te asesinan, te consumen.


Río que ya no eres río, nunca más río,
río que ya no llegas al mar.




EL JUBILADO


Esa mañana, cuando la luz se metía
entre las bancas, a través de los álamos
en el parquecito de Santa Fe
frente a la Basílica de San Francisco,
el jubilado me dijo
que a veces uno no desea morir
-sólo a veces-.


Cuando el esqueleto se despierta sin quejas
y en la terraza el sol entiende la piel de la vejez.


Cuando el menú del día está sabroso,
la pensión llega a tiempo, completa,
y la casa no insiste en caerse a pedazos.


Cuando la memoria recuerda solamente lo bueno, lo bueno;
los hijos vienen de visita,
los nietos cuelgan de la alegría, abren la nevera
y se comen hasta la soledad.


Cuando uno reposa contento, encantado
en las tintas de un buen libro,
o en los andamios de una gran película,
y entonces no hay apuro para encontrarse con Dios.


Cuando el día está bonito, sí, bonito
y no importa si el gobierno entero se va al carajo.


Eso, me dijo el jubilado,
en el parquecito de Santa Fe
frente a la Basílica de San Francisco,
que a veces uno no desea morir
-sólo a veces-.




DEL RETORNO


Hay calles que te llaman,
vidas que te llaman,
metáforas que quieren coagular tu nombre,
y una casa, en ruinas, pero tu casa.


Ya es hora de ordenar los versos,
desempolvar la biblioteca,
devolverte a la quietud de la palabra.


No temas, que el retorno
jamás te quitará los elefantes,
la ballena, el oso pardo,
la montaña, el tornado, los saguaros.
Ellos, serán siempre en la memoria.




LA ETERNIDAD DE LA TINTA


Todo lo diluye la tinta:
la zozobra, el futuro,
el otro que habita adentro.


La tinta te eleva, te suaviza
te hace pluma de pajarito
pelusita de gato en el aire de la mañana
realidad sin sentencia
manos que conversan
espantos que se extinguen.




LA CASA RENTERA


Hay un lisiado rentando el piso alto de la casa,
un lisiado que se emborracha por las noches
lamenta sus piernas débiles y sus manos chuecas.


Yo lo ignoro,
mientras pague las pesetas justas
para comprar las caretas,
poco me importa su llanto.


Salgo, camino estirada, presumo:
botas de tacones altos –para disimular la pierna corta-
un abrigo largo –para esconder el declive de las vértebras-
guantes negros –para cubrir los dedos secos-


Casi modelando voy por la calle,
con un maquillaje perfecto,
un pelo perfecto,
a simple vista todo en mí es perfecto.


Pero adentro, de regreso, en la casa,
un fastidioso lisiado habita
y es, un inquilino perpetuo.






DE LA QUE SE FUE, 2008




LA QUE SE FUE


Camina en otras calles.
Sucumbe en otra lengua.


Lejos de su casa,
escoltada por el anonimato,
con la alforja vacía de país y herencia
asiste
al velatorio del espejismo.


Entre los monumentos de la muerte
ha olvidado:
de qué savia está hecha su sangre,
de qué oficio se yerguen sus huesos.


No quiso retornar cuando pudo,
es tarde
para alcanzar las carabelas.


Lo que dejó
se lo comió el apetito de la ausencia.


Volver al mismo mar
es volver al desencuentro.




DESPUÉS DEL VERANO


Agosto: los arces -resignados-
empiezan a perder sus verdes.


Septiembre: del verde ha nacido el fuego.
Desfile de rojos en las ramas.


Octubre: el viento se viste de hojas secas
-camisa y pantalones de hojarasca-.


Noviembre: en la desnudez del bosque
el frío establece sus moradas.


Diciembre: la muerte es blanca.




LAS NIÑAS BIEN
(Puerto de Manta, playa El Murciélago)


Con la nieve asoman
las mañanas junto al mar de Manta
cuando el colegio apestaba
y nos íbamos
a patear las olas
entre sorbos de ron.


Debajo de las palmeras
los quiosquitos fueron
cocos inmensos
y las chicas de colegios nocturnos
que allí atendían
nos regalaron
el ojo de la envidia.


Si acaso hubiesen sabido
que detrás de nuestro buen nombre,
detrás de nuestras risitas
y poses de clase,
adentro, en las mochilas caras
se agazapaba la miseria.


Allá en el Murciélago
hicimos juramentos de olas:
largarnos algún día.


Ahora, lejos
en estos campos de greñas gélidas,
recuerdo esas arenas calientes
donde el sol se divertía
y nosotras nos pasábamos
el último cigarrillo...




EL INDIGENTE ALLÁ AFUERA


Aquel hombre
le exige un milagro a la noche
mientras lleva su casa a cuestas
en un carrito de supermercado.


Largo, descuidado, sucio,
con el mismo suéter verde desde hace un siglo,
verde-desteñido, verde-quebrado, verde-triste.


Hasta acá puedo olerlo.
Hiede a desconsuelo,
a calle pa’ arriba y pa’ abajo,
a centavo tirado en el piso,
a noche sin techo,
a basura vieja de país rico.


Maldice una botella, luego la besa.
Se escucha una carcajada, después un gemido.




RENUENTES


Ellos conservan
el rumbo de la costumbre.


Me han contado que salen
a las horas de siempre.


Por las mañanas al trabajo,
retornan, hacen la siesta
y se apuran a buscar atardeceres.


Suben,
bajan de los buses,
atienden conciertos,
cines, recitales.


Se sientan en algún café,
sacan la pluma,
conciben los hijos de las calles.


Pobrecitos mis zapatos viejos


ellos aún no entienden
que me he marchado.




LLUEVEN LÁGRIMAS (QUE CURSI) Y SIN PARAGUAS


La tristeza se riega
como agua de lluvia,


corretea por las calles,
se enreda en los botines,
se mete en tu vestido.


La lluvia y la tristeza
son la misma cosa
y a menudo
te empapan.




EXPECTATIONS


La mala hierba
crece en todas partes.


A veces
el fuego de la razón llega
y la extermina


pero hay rituales
que nunca mueren


y entonces
la mala hierba
vuelve a crecer.




DESPUÉS DEL OCASO


Cuídate de la noche,
no te le acerques demasiado
es capaz de capturar tu aliento
en su cueva de roca negra.


Cuídate de la noche,
nunca la mires de frente
sus mil ojos con pupilas de asterisco
quieren encantar cada uno de tus pasos.


Cuídate de la noche,
ella va a enamorarte y tú vas a sufrir
porque no podrás entender su corazón blanco que:
se achica, se agranda, se redondea, se esconde, se eclipsa.


Cuídate de la noche...




EL TIEMPO NOS HIZO DIFERENTES


Ya todo es ajeno,
yo misma soy otra.


Cada cosa tan pequeña,
nada es como el recuerdo.


La casa familiar
es solo una casita.


Mi cuarto:
cuatro esquinas que se juntan.


El jardín:
minúscula geometría de tierra seca.


No siento nada mío:
ni al barrio con su bulla de acero,
ni el aleteo de los viejos libros,
tampoco la música de long-play que me dejó el abuelo.


Mi vida antigua se ha borrado,
sílabas
que no retuvieron las paredes.




LEJOS DE LO URBANO


Adentro, en el bosque
junto a los lagos, sobre la arena,
despiertas a media noche
bajo el conjuro de la vía láctea,
ves la marea empinada de los astros
abrazando tu cuerpo,
cortando el silencio de tu sueño,
salvando tu existencia.




ROAD TRIPS


El viento, viene corriendo entre los árboles.


Valles gigantescos, autopistas larguísimas.
Rocas fálicas, rocas suaves, rocas brutales,
rocas osadas balanceándose en otras rocas.


Millas de cielos inmensos,
cañones errantes,
monolitos de arena roja,
alturas graníticas, esculturas suicidas,
glaciares milenarios,
islas de pinos, jardines silvestres,
rutas amadas por el sol.


Presencia indómita
diminuta, enorme,
reverente, peligrosa.
La ardilla, el puma, el oso,
el ciervo, el búfalo,
el propósito del pájaro carpintero.


Imperios que ya no existen,
ciudades vivas, otras ya muertas.
Lugares que nunca antes vimos
y que tal vez no volveremos a ver.


Cronistas de kilómetros,
acampamos
sobre la huella del dinosaurio,
escalamos
nevados con los ojos,
entramos
a ese nudo de abedules, sauces, robles que es el bosque
pero que también es uno mismo
y entonces al tocar la tundra,
el paisaje como siempre, nos hizo
tragar las palabras.











MEMORIA DEL PÁJARO. JESÚS MONTIEL.





P oetas, editoriales y lectores se preguntan cada cierto tiempo sobre el presente y futuro de la poesía, su utilidad, etc. Es un hecho incontestable que la joven poesía española ha adquirido protagonismo y que ocupa un lugar destacado en el mercado, sin que ello signifique que la calidad siempre acompaña a esta circunstancia. El pasado mes de julio, durante el transcurso del curso de verano de la Universidad Internacional de Andalucía (La Rábida): “Los poetas del siglo XXI. Joven poesía española en la era digital”, se ha dicho que «Los referentes de los poetas más jóvenes hay que buscarlos en la poesía de la experiencia y en la posterior poesía de la incertidumbre», para añadir seguidamente que «Es el abandono de la intelectualidad y la filosofía que comporta todo verso por el golpe de corazón, por un modo más rápido por llegar al que tienes enfrente». El único problema que deriva de estas reflexiones es que se corre el peligro de crear modas y modismos que se alejan del verdadero sentido de la poesía, de su esencia. “El modo más rápido por llegar al que tienes enfrente”, tal vez no sea lo más acertado, la poesía necesita de recogimiento, meditación y silencios que la aparte del ruido, del espectáculo mediático.
 La poesía tiene que nacer del interior, como una sacudida electrizante capaz de generar un estado catártico, delirante incluso. La juventud debe aportar a la poesía este aire fresco y limpio, el ímpetu por el cambio, pero sin olvidar la esencia de la poesía precedente, de los poetas que han engrandecido el panorama poético universal, ésta y no otra es la mejor escuela, la tendencia más acertada para alcanzar la meta. El poemario “Memoria del pájaro”, de Jesús Montiel (Granada, 1984) es hijo de su tiempo, retrato de una experiencia vivencial que acerca la poesía a través de un lenguaje sencillo, inmerso en la realidad circundante, capaz de trascender un simple objeto (una botella, un vaso) o un momento vivido. El poeta observa cuanto le rodea con la intención de poetizarlo, de tender puentes de comunicación con el lector a través del lenguaje, que como ya hemos dicho, se ofrece sencillo y cotidiano, «dejándose atrapar por la belleza de lo minúsculo, aquello que pasa inadvertido», como así lo expresa el propio autor la “Declaración de intenciones”. Campa la incertidumbre por este poemario, el sentimiento de fracaso, consecuencia de una experiencia vital que debiera inquietarnos si nos atenemos precisamente a la juventud del poeta:
 «Existe lo que llaman vida eterna. / Ayer por la mañana estaba muerto. / Anduve la ciudad / y todo parecía otro lenguaje. / Los árboles no hablaban: eran formas inmóviles / de pie sobre la acera / y el cielo un palomar deshabitado». Vivir un tiempo que se abisma en la soledad y el desvalimiento donde no existe horizonte, un gesto o una imagen que nos convoque en la fraternidad humana: «Precintan este azul que te emociona: / hoy Rusia le ha prohibido / a Turquía la entrada en cielo sirio. / Recuerda cuando solo era del pájaro». La palabra se convierte así en el único haz de luz, y la juventud en aliento y alimento para no desfallecer ante la cruda realidad, como muestra el poeta en estos versos críticos con la acción política de los gobiernos: 
«Tiene barba el Estado y don de adivinanza. / Nos dice que la Tierra Prometida / existe más allá de los recortes, / allende los desahucios y las cifras del paro […] Cada poco la historia se repite: / oculto en el profeta se esconde un faraón / que acalla los anhelos / del hombre cotidiano. / Otro Egipto más árido al término del voto». En la cotidianidad nada el poeta, se deja acariciar por el rumor de la palabra, prosaica a veces, para hallar los silencios, sus silencios: «Hubo un tiempo remoto donde el hombre / comía al mediodía / sentado en el salón junto a los suyos.[…] Ahora es el silencio / quien ocupa las sillas diariamente».
 La incomunicación y la soledad es la consecuencia de vivir un tiempo en el cual la televisión, la telefonía móvil e Internet ha sustituido y desplazado a la palabra. De la incertidumbre y la desesperanza del poeta:
 «Previendo los rigores de un diluvio
 / que seguro vendrá
 / cuando arrecie el hastío y su tormenta…», 
al jubileo de la vida en el campo, a la alabanza de aldea: 
«Cómo voy a dormirme, por muy tarde que sea, 
/ si en esta oscuridad /
 se escucha lo que fuimos muy antes de ser dioses. / 
La música primera de un mundo todavía con el miedo». Para Montiel «El poema es una espalda / que me asoma al milagro / burlando la pared de la costumbre», razón que avala a este poemario como ganador del XXXI Premio de Poesía Hiperión. 
 
 


Título:Memoria del pájaro
Autor: Jesús Montiel
Edita:Hiperión (Madrid, 2016)

MEMORIA DEL PÁJARO. JESÚS MONTIEL.





P oetas, editoriales y lectores se preguntan cada cierto tiempo sobre el presente y futuro de la poesía, su utilidad, etc. Es un hecho incontestable que la joven poesía española ha adquirido protagonismo y que ocupa un lugar destacado en el mercado, sin que ello signifique que la calidad siempre acompaña a esta circunstancia. El pasado mes de julio, durante el transcurso del curso de verano de la Universidad Internacional de Andalucía (La Rábida): “Los poetas del siglo XXI. Joven poesía española en la era digital”, se ha dicho que «Los referentes de los poetas más jóvenes hay que buscarlos en la poesía de la experiencia y en la posterior poesía de la incertidumbre», para añadir seguidamente que «Es el abandono de la intelectualidad y la filosofía que comporta todo verso por el golpe de corazón, por un modo más rápido por llegar al que tienes enfrente». El único problema que deriva de estas reflexiones es que se corre el peligro de crear modas y modismos que se alejan del verdadero sentido de la poesía, de su esencia. “El modo más rápido por llegar al que tienes enfrente”, tal vez no sea lo más acertado, la poesía necesita de recogimiento, meditación y silencios que la aparte del ruido, del espectáculo mediático.
 La poesía tiene que nacer del interior, como una sacudida electrizante capaz de generar un estado catártico, delirante incluso. La juventud debe aportar a la poesía este aire fresco y limpio, el ímpetu por el cambio, pero sin olvidar la esencia de la poesía precedente, de los poetas que han engrandecido el panorama poético universal, ésta y no otra es la mejor escuela, la tendencia más acertada para alcanzar la meta. El poemario “Memoria del pájaro”, de Jesús Montiel (Granada, 1984) es hijo de su tiempo, retrato de una experiencia vivencial que acerca la poesía a través de un lenguaje sencillo, inmerso en la realidad circundante, capaz de trascender un simple objeto (una botella, un vaso) o un momento vivido. El poeta observa cuanto le rodea con la intención de poetizarlo, de tender puentes de comunicación con el lector a través del lenguaje, que como ya hemos dicho, se ofrece sencillo y cotidiano, «dejándose atrapar por la belleza de lo minúsculo, aquello que pasa inadvertido», como así lo expresa el propio autor la “Declaración de intenciones”. Campa la incertidumbre por este poemario, el sentimiento de fracaso, consecuencia de una experiencia vital que debiera inquietarnos si nos atenemos precisamente a la juventud del poeta:
 «Existe lo que llaman vida eterna. / Ayer por la mañana estaba muerto. / Anduve la ciudad / y todo parecía otro lenguaje. / Los árboles no hablaban: eran formas inmóviles / de pie sobre la acera / y el cielo un palomar deshabitado». Vivir un tiempo que se abisma en la soledad y el desvalimiento donde no existe horizonte, un gesto o una imagen que nos convoque en la fraternidad humana: «Precintan este azul que te emociona: / hoy Rusia le ha prohibido / a Turquía la entrada en cielo sirio. / Recuerda cuando solo era del pájaro». La palabra se convierte así en el único haz de luz, y la juventud en aliento y alimento para no desfallecer ante la cruda realidad, como muestra el poeta en estos versos críticos con la acción política de los gobiernos: 
«Tiene barba el Estado y don de adivinanza. / Nos dice que la Tierra Prometida / existe más allá de los recortes, / allende los desahucios y las cifras del paro […] Cada poco la historia se repite: / oculto en el profeta se esconde un faraón / que acalla los anhelos / del hombre cotidiano. / Otro Egipto más árido al término del voto». En la cotidianidad nada el poeta, se deja acariciar por el rumor de la palabra, prosaica a veces, para hallar los silencios, sus silencios: «Hubo un tiempo remoto donde el hombre / comía al mediodía / sentado en el salón junto a los suyos.[…] Ahora es el silencio / quien ocupa las sillas diariamente».
 La incomunicación y la soledad es la consecuencia de vivir un tiempo en el cual la televisión, la telefonía móvil e Internet ha sustituido y desplazado a la palabra. De la incertidumbre y la desesperanza del poeta:
 «Previendo los rigores de un diluvio
 / que seguro vendrá
 / cuando arrecie el hastío y su tormenta…», 
al jubileo de la vida en el campo, a la alabanza de aldea: 
«Cómo voy a dormirme, por muy tarde que sea, 
/ si en esta oscuridad /
 se escucha lo que fuimos muy antes de ser dioses. / 
La música primera de un mundo todavía con el miedo». Para Montiel «El poema es una espalda / que me asoma al milagro / burlando la pared de la costumbre», razón que avala a este poemario como ganador del XXXI Premio de Poesía Hiperión. 
 
 


Título: Memoria del pájaro
Autor: Jesús Montiel
Edita: Hiperión (Madrid, 2016)

MEMORIA DEL PÁJARO. JESÚS MONTIEL





P oetas, editoriales y lectores se preguntan cada cierto tiempo sobre el presente y futuro de la poesía, su utilidad, etc. Es un hecho incontestable que la joven poesía española ha adquirido protagonismo y que ocupa un lugar destacado en el mercado, sin que ello signifique que la calidad siempre acompaña a esta circunstancia. El pasado mes de julio, durante el transcurso del curso de verano de la Universidad Internacional de Andalucía (La Rábida): “Los poetas del siglo XXI. Joven poesía española en la era digital”, se ha dicho que «Los referentes de los poetas más jóvenes hay que buscarlos en la poesía de la experiencia y en la posterior poesía de la incertidumbre», para añadir seguidamente que «Es el abandono de la intelectualidad y la filosofía que comporta todo verso por el golpe de corazón, por un modo más rápido por llegar al que tienes enfrente». El único problema que deriva de estas reflexiones es que se corre el peligro de crear modas y modismos que se alejan del verdadero sentido de la poesía, de su esencia. “El modo más rápido por llegar al que tienes enfrente”, tal vez no sea lo más acertado, la poesía necesita de recogimiento, meditación y silencios que la aparte del ruido, del espectáculo mediático.
 La poesía tiene que nacer del interior, como una sacudida electrizante capaz de generar un estado catártico, delirante incluso. La juventud debe aportar a la poesía este aire fresco y limpio, el ímpetu por el cambio, pero sin olvidar la esencia de la poesía precedente, de los poetas que han engrandecido el panorama poético universal, ésta y no otra es la mejor escuela, la tendencia más acertada para alcanzar la meta. El poemario “Memoria del pájaro”, de Jesús Montiel (Granada, 1984) es hijo de su tiempo, retrato de una experiencia vivencial que acerca la poesía a través de un lenguaje sencillo, inmerso en la realidad circundante, capaz de trascender un simple objeto (una botella, un vaso) o un momento vivido. El poeta observa cuanto le rodea con la intención de poetizarlo, de tender puentes de comunicación con el lector a través del lenguaje, que como ya hemos dicho, se ofrece sencillo y cotidiano, «dejándose atrapar por la belleza de lo minúsculo, aquello que pasa inadvertido», como así lo expresa el propio autor la “Declaración de intenciones”. Campa la incertidumbre por este poemario, el sentimiento de fracaso, consecuencia de una experiencia vital que debiera inquietarnos si nos atenemos precisamente a la juventud del poeta:
 «Existe lo que llaman vida eterna. / Ayer por la mañana estaba muerto. / Anduve la ciudad / y todo parecía otro lenguaje. / Los árboles no hablaban: eran formas inmóviles / de pie sobre la acera / y el cielo un palomar deshabitado». Vivir un tiempo que se abisma en la soledad y el desvalimiento donde no existe horizonte, un gesto o una imagen que nos convoque en la fraternidad humana: «Precintan este azul que te emociona: / hoy Rusia le ha prohibido / a Turquía la entrada en cielo sirio. / Recuerda cuando solo era del pájaro». La palabra se convierte así en el único haz de luz, y la juventud en aliento y alimento para no desfallecer ante la cruda realidad, como muestra el poeta en estos versos críticos con la acción política de los gobiernos: 
«Tiene barba el Estado y don de adivinanza. / Nos dice que la Tierra Prometida / existe más allá de los recortes, / allende los desahucios y las cifras del paro […] Cada poco la historia se repite: / oculto en el profeta se esconde un faraón / que acalla los anhelos / del hombre cotidiano. / Otro Egipto más árido al término del voto». En la cotidianidad nada el poeta, se deja acariciar por el rumor de la palabra, prosaica a veces, para hallar los silencios, sus silencios: «Hubo un tiempo remoto donde el hombre / comía al mediodía / sentado en el salón junto a los suyos.[…] Ahora es el silencio / quien ocupa las sillas diariamente».
 La incomunicación y la soledad es la consecuencia de vivir un tiempo en el cual la televisión, la telefonía móvil e Internet ha sustituido y desplazado a la palabra. De la incertidumbre y la desesperanza del poeta:
 «Previendo los rigores de un diluvio
 / que seguro vendrá
 / cuando arrecie el hastío y su tormenta…», 
al jubileo de la vida en el campo, a la alabanza de aldea: 
«Cómo voy a dormirme, por muy tarde que sea, 
/ si en esta oscuridad /
 se escucha lo que fuimos muy antes de ser dioses. / 
La música primera de un mundo todavía con el miedo». Para Montiel «El poema es una espalda / que me asoma al milagro / burlando la pared de la costumbre», razón que avala a este poemario como ganador del XXXI Premio de Poesía Hiperión. 
 
 


Título:Memoria del pájaro
Autor: Jesús Montiel
Edita:Hiperión (Madrid, 2016)