Chernóbyl
en la memoria
El
campo de centeno era humo acre en la memoria
por
donde el duende flavo de la hipóstasis
se
encaramó a mis desengaños
paseando
las dos manos entre las espigas
y
acariciando el mundo.
Duele
comprobar cuán lerdos podemos ser
adecentando
las estatuas de los aleros
o
exaltando la imagen sacrílega de la ciencia
Debiera
el hombre no renunciar al misterio,
a
desentrañar todo conocimiento.
Pero
olvidar
que
los ocultos y secretos enigmas
preservan
toda vida,
necedad
petulante sería
y
holocausto indeleble para la especie y la misma
existencia.
Chernóbil
viene a mi memoria
-
llaga invisible casi eterna en nuestro planeta -
para
indicarnos púrpura señal de advertencia.
Duele
ver a la madre Gea
sollozar
y espantada ante sus hijos
jugueteando,
malquistos, con los odres de la harina en flor,
ya
hombres provectos y ya doctos,
que
olvidan reforzar los estayes del esquife
y
ofrecer toros negros a los dioses.
No
solo la fusión de los átomos nos acecha;
otras
son las celadas que amenazan
la
sagrada existencia del planeta,
el
perfecto equilibrio de lo bello.
Conviene
no olvidar
el
dolor de los daños colaterales;
que
las abejas van desapareciendo;
que
el cambio climático provoca cataclismos.
Prudencia
equivaldrá a inteligencia,
a
sueños de manzanas sacrosantas,
a
aguas puras y aires trasparentes.
¿Qué
mundo nos espera?
¿Alguien
podrá respuesta dar a esta pregunta
si
no oramos renunciando a ser dioses?
Cuando
me recuerdes
Cuando
me recuerdes
búscame
en el agua.
Todo
lo que a tu espalda se refleje
seré
yo sin contornos,
pues
delante de tus pupilas
no
hallarás más,
sino
la imagen
de
la misma presencia de mi, ausente.
La
jaula y el vacío
A
Primo Levi
Diríase
fino trazo sobre el cielo;
apenas
líneas ágiles,
dibujo
esbelto y esquemático,
al
fin.
Diríase
que
su contemplación
desde
fuera invitase
a
ver solo inocente acogimiento
impreso
sobre
la inmensidad sin límite.
Solo
cuando sintió
ruda
rotundidad en los barrotes,
ávidamente
-ya sí- forcejeó
por
arrojarse al vacío.
Desciende
Desciende
al irisado resplandor
del
pez que mora bajo el agua,
desciende
tú
a
lo que gira y nunca debiera morir
con
la luz que, en el fondo,
resiste
la mortal oscuridad
del
limo.
Ven,
despierta,
y
reconócete negado para la sombra.
Siempre
la luz
A
Elsa Tenca Mariani
Gris
también es la luz,
aunque
gris no lo sea la mirada
que
la contiene y la soporta.
No
es gris la tristeza
por
más que así
representarla
deseemos.
En
iris vivo
la
luz hará milagros,
porque
la vida es espectro
de
todos los colores,
de
todos los matices
del
ser que, vivo, es, en sí,
sin
renunciar jamás
al
mundo que, invisible,
existe,
de seguro, más allá de la mirada.
¡Hacia
la luz, amiga, hacia la luz!
¡Que
la sombra no nos alcance!
Cuanta
luz engendremos
ha
de servir
para
que nunca nadie de aquella luz dijera:
fue
extinguida,
no
quedó nada.
Inmanencia
¡Ve
la naturaleza de la hoja!
¡Encuentra en ella lo que en ella
hay
de momentáneo:
un preciso color, una tersura!
Nunca
será como ahora es.
Es
lo que nunca ha sido.
Y tu también. No hay más.
Ahí está
todo el secreto.
¡Saborea
la belleza
tal se te muestra!
Lento
llover
Si
hoy cae la lluvia,
y todo se entristece,
callaos y
escuchad:
algo
en el agua pierde
su
secreto y misterio,
nada
sustancial tiene
de
humano ni eterno
este
pulso latente
que
huye lento llorando
y
en nada se detiene
Vigilia
Todo
lo abarca el sinsentido.
El
rompeolas con la luz causa desorden,
y
al oeste los labios trazan campos
con
tormentas ocultas, aislamiento
en
las costuras de la noche, desniveles
del
éter, oleaje, desnudez,
párpados
negros,
sueños,
fragilidad, presagios
en
la luna que oculta el universo.
Soneto
para una amiga.
A
Carmen Álvarez, in memoriam
Ya
preguntan las aguas de tu Betis natal
por
ti y tu gracia, sin consuelo, tristes, llorando.
Corriente
abajo, sin querer, hacia el litoral,
bajan
sangrantes lágrimas tus ojos buscando.
Es
nuestro corazón, sombrío, gris y mortal,
llanto
lento, congoja honda - sin verte tornando
entre
quienes te amamos -, quien tan espiritual
alza
un canto de alabanza a tu persona amando.
Son
las aguas del Sena las que, lejos, te velan,
las
que corriente abajo te llevan, mansamente,
a
las aguas eternas donde vierte tu río.
Descanse
al fin tu espíritu grande eternamente.
Al
mar tus ojos oceánicos ya se elevan,
¡
oh, mujer de esplendor, trianera de fuego y brío ¡
Capuchinas
Me
vi viajar bajo un dosel de hojas,
verde
sobre verde, claro sobre oscuro,
las
blancas nervaduras alzándose
cual
bóveda de catedral gótica,
palios
de naturales veladuras bajando,
ambiente
húmedo de agua y raíces,
en
donde la cochinilla
y
la escolopendra
descubren
un mundo
de
intrincado laberinto;
y
por fin, flores, flores alzadas:
las
humildes capuchinas
loadas
por cúpricos insectos
que
con sus élitros de luz las profanan .
Así
la humana naturaleza:
rizomas
y arborescencias,
capuchinas
y
natura entre sus vestiduras,
agua,
vuelo
y
élitros en el espíritu.
Ese
es ahora mi mundo:
un
plantío de modestas capuchinas amarillas.
Las
palabras
Brevemente
te detienes en la palabra.
Es
la palabra un pentagrama
por
donde se van resbalando
las
aguas misteriosas,
las
hojas que escaparon de repente
de
la rama alta,
los
sueños
que
desperezan un olvido.
¡
La palabra, tremendamente la palabra!.
La
palabra,
con
un blanco de magnolia,
es
un mantel de hilo manchado
por
los colores del mundo.
Se
llena tu boca de palabras,
y,
cuando las extiendes sobre el papel
(blanco
sobre albo), ya se sumergen
y
se desangran miles de cosmos en el corazón
del
que lee y mira tus ojos.
¡Palabras!
¡Ojalá,
nunca falten a tu mesa
las
palabras!.
Espinos
Observad
el espino,
miradlo; crece hirsuto y desplegado
arañando el
mismo aire.
Signo
de todo símbolo terral,
si florece, restalla en
amarillo,
pálida brillantez de todo lo oscuro,
sueño vivo
de todo pétreo corazón
donde lo inerte alcanza el cénit
de
cuanta luz surgió de toda sombra
para enterrarse, efímera y
solaz,
a los mismo espacios de la tarde.
Observad
el espino,
garra de piedra al cielo,
expresión del celeste
del desierto,
en que, telúrica y carnal,
se muestra el
alma expuesta
de las indálicas deidades del arcoíris.
Observad
y mirad
la desgarrada soledad
del último silencio.
Egon
euritsua
(Día lluvioso)
Enero,
con sus dedos fríos,
pareciera querer cerrar
las
invisibles vidas de la tierra,
acallar
de ti cuanto de ti ya conoce;
y
tu lo miras,
acaso
con sorpresa,
en
las flores del níspero,
en
los nardos ocultos de la acequia;
y
ya no entiendes,
no
entiendes
porqué
Enero se aleja
por
los caminos invernales,
tratando
de borrar en todo
la
huella que de ti queda
en
cuanto a sus orillas preexiste.
En
cada piedra está escrito tu nombre,
en cada árbol tus venas
son expuestas,
y quedó tu mirada
sobre las hojas que
suspiran,
sobre el viento que oculta su expresión
en los
balcones más altos de los neveros,
sobre el agua del río
sollozante.
Somos
en todo,
somos presentes cuando en todo,
despiertos, cada
gota cae
ansiando la pequeña vasija o el cuenco
que haya
de retenerla para siempre,
cuando todas las motas de polvo
fluctúan
en el palpitar leve del aliento.
Pasará
Enero como pasa
el inaudito transcurrir de las edades,
y
aunque el tiempo se lleve la memoria
de cuanto fuiste,
algo
tuyo se queda
en cada signo, en cada símbolo secreto
de la
existencia.
Elemental
.
Pájaro.
Sin nombre.
Vuelo,
vértigo sobre luces primeras.
Árboles.
Poliédrico mirar de verdes.
Respiración.
Pensamiento libre.
Brillos.
Del agua, de la hoja,
de
la fruta, del insecto diminuto.
Mundo
que amanece. Sol.
Primeras
horas. Sueño despierto.
Sinfonía
elemental.
.
El
vuelo
Brillan
resplandores en la noche
con el afable destello
del ojo que
busca amor.
El
silencio del parque se calla
y
sus árboles acogen
deseos
de aromas solitarios.
¡Mariposa
de la luz,
guaréceme en tu ascensión
hacia el nocturno
luminoso y ardiente
del alto farol!
Nadie
nota en esta muerte
la penuria de este vuelo.
Presencia
Nada
me traje, nada portaré.
Bajo
la alada cimbra de los limoneros,
al
aire que transita
entre
las hojas hacia todos los espacios,
logra
felicidad
el
espíritu ansioso de dulce descanso.
Nada
ambiciono, nada ansío.
Sólo el estar presente:
mirada
atenta, olfato presto…
…y,
cual devino, se deshaga
la mismísima vida,
por fin, un
día.
Fruta
de la noche
Los
pájaros –nacido el sol-
acuden
a los nísperos,
y
picotean, ávidos,
la
dulzura que el sueño
ha
escrutado en la luz nocturna.
Dulzura
de los astros que se niega
al que duerme intranquilo en la no
muerte.
Venid
y comed de él
lo
único diáfano y salvable,
la
sangre amarillenta del silencio,
el
vínculo sagrado con la tierra,
pues
esos frutos son vacío y soledad
que,
inconsolables, han ardido
tras
lucha permanente con la nada.
Otredad
A
Darío Fernández
Qué
se es sin el otro,
sino
un ciego sin luz.
De
otros, va uno encontrando
la luz que saja las tinieblas.
Otros,
son la materia
que urde la neurona lumínica
del
pensamiento,
el ser en el que habitas.
Tú
o yo, solos,
tomados uno a uno,
sin otredad,
somos el
cero,
la nada.
Lento
llover
Si
hoy cae la lluvia,
y todo se entristece,
callaos y
escuchad:
algo
en el agua pierde
su
secreto y misterio,
nada
sustancial tiene
de
humano ni eterno
este
pulso latente
que
huye lento llorando
y
en nada se detiene