Mostrando entradas con la etiqueta Javier Salvago. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Javier Salvago. Mostrar todas las entradas

Una mala vida la tiene cualquiera. José Antonio Santano

 

 

 ¡Albricias! Aparece en La isla de Siltolá, colección Tierra, el poemario de Javier Salvago (Paradas, Sevilla, 1950) Una mala vida la tiene cualquiera. Avalan la trayectoria poética de Salvago libros tales como La destrucción o el humor, En la perfecta edad, Variaciones y reincidencias, Volverlo a intentar, Los mejores años, Ulises y Nada importa nada. Dividido en cuatro partes el presente poemario responde a temáticas variadas y a registros diferentes. Al primero de los poemas “La poesía”, con acertada cita de Borges, siguen otros en los que el poeta unas veces mira hacia atrás acometiendo un balance vital (“Ajuste de cuentas”), otras se reprocha la cobardía en esa búsqueda de la verdad (“La verdadera verdad”), la impiedad de la juventud (“La fea”) o el canto a la muerte “A la manera de los poetas tradicionales de hikus…” en “Haikus de la frontera”: “Al fin, desnudo, / en una caja oscura, / se pudre el traje”,  y luego a manera de cierre con “Otro epitafio”, del que se extrae el título del poemario: “Una mala noche / la tiene cualquiera, y cien, y doscientas, / y doscientos días, y un año, y ochenta. / Una mala vida la tiene cualquiera”; en todos se desnuda el poeta, se muestra tal cual es, escribe su vida, que es poesía “Sin pudor ni vergüenza”: “Otros de mis errores / fue obstinarme en contar / las cosas como eran, / en mostrarme tal cual, / desnudo, sin careta, / sin tratar de ocultar / mi cara verdadera”. En la segunda parte del libro el poeta opta de nuevo por poemas breves (octasílabos) en “Soleares”, “Coplas de cuatro versos”; retoma el haiku (5-7-5 sílabas) por “soleares”: “Cuánta mentira… / Te cansas de sembrar / y ni una espiga”, para seguir con una serie de “Epigramas” y unos “Apuntes”, aforísticos en algunos casos: “Del fracaso se aprende, / pero se aprende tarde”. 

La tercera parte contiene un solo poema titulado “En la infinita calma de Dios”, precedido por una cita de Walt Whitman (“Yo soy inmenso y contengo multitudes”), de metro endecasílabo y dividido, a su vez, en tres apartados: un viaje a la creación del universo, de la farsa y la magia por un Dios en su infinita calma. Cierra el poemario “Epílogo”; rutina, cotidianidad, algún equívoco y unos versos al poeta fenecido Fernando Ortíz: “Te imagino vagando en la infinita / región donde el voraz reloj del tiempo / se para porque tú ya eres eterno / -eterno cada instante de tus días-“. En “Una mala vida la tiene cualquiera” hallamos al poeta en su esencia, versátil en los matices y registros, capaz de contagiarnos con la sonoridad de la poesía vital, auténtica.   

Una mala vida la tiene cualquiera. José Antonio Santano

 

 

 ¡Albricias! Aparece en La isla de Siltolá, colección Tierra, el poemario de Javier Salvago (Paradas, Sevilla, 1950) Una mala vida la tiene cualquiera. Avalan la trayectoria poética de Salvago libros tales como La destrucción o el humor, En la perfecta edad, Variaciones y reincidencias, Volverlo a intentar, Los mejores años, Ulises y Nada importa nada. Dividido en cuatro partes el presente poemario responde a temáticas variadas y a registros diferentes. Al primero de los poemas “La poesía”, con acertada cita de Borges, siguen otros en los que el poeta unas veces mira hacia atrás acometiendo un balance vital (“Ajuste de cuentas”), otras se reprocha la cobardía en esa búsqueda de la verdad (“La verdadera verdad”), la impiedad de la juventud (“La fea”) o el canto a la muerte “A la manera de los poetas tradicionales de hikus…” en “Haikus de la frontera”: “Al fin, desnudo, / en una caja oscura, / se pudre el traje”,  y luego a manera de cierre con “Otro epitafio”, del que se extrae el título del poemario: “Una mala noche / la tiene cualquiera, y cien, y doscientas, / y doscientos días, y un año, y ochenta. / Una mala vida la tiene cualquiera”; en todos se desnuda el poeta, se muestra tal cual es, escribe su vida, que es poesía “Sin pudor ni vergüenza”: “Otros de mis errores / fue obstinarme en contar / las cosas como eran, / en mostrarme tal cual, / desnudo, sin careta, / sin tratar de ocultar / mi cara verdadera”. En la segunda parte del libro el poeta opta de nuevo por poemas breves (octasílabos) en “Soleares”, “Coplas de cuatro versos”; retoma el haiku (5-7-5 sílabas) por “soleares”: “Cuánta mentira… / Te cansas de sembrar / y ni una espiga”, para seguir con una serie de “Epigramas” y unos “Apuntes”, aforísticos en algunos casos: “Del fracaso se aprende, / pero se aprende tarde”. 

La tercera parte contiene un solo poema titulado “En la infinita calma de Dios”, precedido por una cita de Walt Whitman (“Yo soy inmenso y contengo multitudes”), de metro endecasílabo y dividido, a su vez, en tres apartados: un viaje a la creación del universo, de la farsa y la magia por un Dios en su infinita calma. Cierra el poemario “Epílogo”; rutina, cotidianidad, algún equívoco y unos versos al poeta fenecido Fernando Ortíz: “Te imagino vagando en la infinita / región donde el voraz reloj del tiempo / se para porque tú ya eres eterno / -eterno cada instante de tus días-“. En “Una mala vida la tiene cualquiera” hallamos al poeta en su esencia, versátil en los matices y registros, capaz de contagiarnos con la sonoridad de la poesía vital, auténtica.   

Una mala vida la tiene cualquiera. Javier Salvago




UNA MALA VIDA LA TIENE CUALQUIERA


             ¡Albricias! Aparece en La isla de Siltolá, colección Tierra, el poemario de Javier Salvago (Paradas, Sevilla, 1950) Una mala vida la tiene cualquiera. Avalan la trayectoria poética de Salvago libros tales como La destrucción o el humor, En la perfecta edad, Variaciones y reincidencias, Volverlo a intentar, Los mejores años, Ulises y Nada importa nada. Dividido en cuatro partes el presente poemario responde a temáticas variadas y a registros diferentes. Al primero de los poemas “La poesía”, con acertada cita de Borges, siguen otros en los que el poeta unas veces mira hacia atrás acometiendo un balance vital (“Ajuste de cuentas”), otras se reprocha la cobardía en esa búsqueda de la verdad (“La verdadera verdad”), la impiedad de la juventud (“La fea”) o el canto a la muerte “A la manera de los poetas tradicionales de hikus…” en “Haikus de la frontera”: “Al fin, desnudo, / en una caja oscura, / se pudre el traje”,  y luego a manera de cierre con “Otro epitafio”, del que se extrae el título del poemario: “Una mala noche / la tiene cualquiera, y cien, y doscientas, / y doscientos días, y un año, y ochenta. / Una mala vida la tiene cualquiera”; en todos se desnuda el poeta, se muestra tal cual es, escribe su vida, que es poesía “Sin pudor ni vergüenza”: “Otros de mis errores / fue obstinarme en contar / las cosas como eran, / en mostrarme tal cual, / desnudo, sin careta, / sin tratar de ocultar / mi cara verdadera”. En la segunda parte del libro el poeta opta de nuevo por poemas breves (octasílabos) en “Soleares”, “Coplas de cuatro versos”; retoma el haiku (5-7-5 sílabas) por “soleares”: “Cuánta mentira… / Te cansas de sembrar / y ni una espiga”, para seguir con una serie de “Epigramas” y unos “Apuntes”, aforísticos en algunos casos: “Del fracaso se aprende, / pero se aprende tarde”. 

La tercera parte contiene un solo poema titulado “En la infinita calma de Dios”, precedido por una cita de Walt Whitman (“Yo soy inmenso y contengo multitudes”), de metro endecasílabo y dividido, a su vez, en tres apartados: un viaje a la creación del universo, de la farsa y la magia por un Dios en su infinita calma. Cierra el poemario “Epílogo”; rutina, cotidianidad, algún equívoco y unos versos al poeta fenecido Fernando Ortíz: “Te imagino vagando en la infinita / región donde el voraz reloj del tiempo / se para porque tú ya eres eterno / -eterno cada instante de tus días-“. En “Una mala vida la tiene cualquiera” hallamos al poeta en su esencia, versátil en los matices y registros, capaz de contagiarnos con la sonoridad de la poesía vital, auténtica.